Hoy en día, los trofeos personalizados se utilizan para reconocer públicamente el logro de un equipo o un individuo que destaca sobre los demás en cualquier campo, ya sea deportes ciencia, conocimiento, etc. Es una forma de dejar una evidencia física y tangible de un excelente resultado. Desde el punto de vista psicológico, estimulan a otros a emular las mismas hazañas.
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española el término trofeo proviene directamente de la palabra latina trophaeum y esta, a su vez, de la griega τρόπαιον. Era una especie de monumento colocado a gran altura para exhibir los despojos de los enemigos. Por lo general, se levantaba en el lugar exacto en el que había comenzado la derrota.
La historia nos ha legado conocimientos acerca del primer deporte de equipos del mundo, se trata del juego maya de pelota. Ya se celebraba unos 1400 años a. C. y la certeza de su existencia la encontramos en las ruinas de los inmensos campos en países centroamericanos. El más famoso de estos se encuentra localizado en Chichén Itzá, México.
En dichas contiendas se enfrentaban dos equipos que disponían de una pelota hecha de caucho. Las canchas estaban un poco por debajo del nivel del terreno, rodeadas de murallas de piedra. De acuerdo a lo hallado en la mencionada zona arqueológica, medían más de 150 metros de largo por casi 75 m de ancho. La meta era pasar la bola a través de unos grandes aros engastados en los muros, golpeándola únicamente con las caderas.
Los jugadores eran los guerreros más bravos, ágiles y resistentes, quienes probablemente representaban a sus dioses durante la competición. Los detalles de las reglas y técnicas del juego se desconocen, pero hay grupos que creen que se sacrificaba a los ganadores. Aunque algunos dicen que las imágenes de los decapitados, al lado de los vivos, corresponden a los perdedores. En definitiva, la evolución histórica hasta los deportes actuales es radical.
Quién sabe cómo ocurrió esa transformación de decapitar a los ganadores, a premiarlos con dinero, fama y trofeos con sus nombres grabados en ellos. Lo que sí es cierto es que el cambio ha sido positivo y estimulante. A los participantes de los Juegos Olímpicos de invierno o la Copa Mundial de futbol de la FIFA no los mueve el miedo a una muerte atroz, sino más bien el deseo de triunfar y obtener respeto, riquezas y admiración mundial.
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